LIBRETO
ORDENACIÓN DE PRESBÍTEROS Y DIACONOS
ORDENACIÓN DE PRESBÍTEROS Y DIACONOS
PARA LA DIÓCESIS DE DOLORES
PRESIDIDA POR EL EXCMO. SR. OBISPO URIEL GARCIA
BASÍLICA DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS.
21.12.2024
RITOS INICIALES
CANTO DE ENTRADA
(Pueblo de Reyes)
℟. Pueblo de reyes, asamblea santa
Pueblo sacerdotal, pueblo de Dios
Bendice a tu Señor.
Te cantamos, oh, Hijo amado del Padre
Te alabamos, eterna palabra salida de Dios
Te cantamos, oh, Hijo de la Virgen María
Te alabamos, oh, Cristo nuestro hermano
Nuestro Salvador
℟.
Te alabamos, antorcha de la nueva Jerusalén ℟.
Te cantamos, Mesías, que anunciaron los profetas
Te alabamos, oh, hijo de Abraham e hijo de David
Te cantamos, Mesías, esperado por los pobres
Te alabamos, oh, Cristo, nuestro rey de humilde corazón ℟.
El Obispo:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
℟. Amén.
La paz esté con todos ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
ACTO PENITENCIAL
El Obispo:
Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra comunión con Dios y con nuestros hermanos.
Pausa de silencio.
todos dicen en común la fórmula de la confesión general:
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mí gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
El Obispo:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
℟. Amén.
KYRIE
(Missa de Angelis)
Kyrie, eleison
KYRIE, ELEISON
KYRIE, ELEISON
Christe, eleison
CHRISTE, ELEISON
CHRISTE, ELEISON
Kyrie, eleison
KYRIE, ELEISON
KYRIE, ELEISON
GLORIA
(Missa de Angelis)
Gloria in excelsis Deo,
et in terra pax hominibus bonae voluntatis.
Laudamus te,
Benedicimus te,
Adoramus te,
Glorificamus te,
Gratias agimus tibi propter magnam gloriam tuam,
Domine Deus, Rex caelestis, Deus Pater omnipotens.
Domine fili unigenite, Jesu Christe,
Domine Deus, Agnus Dei, Filius patris,
Qui tollis peccata mundi, miserere nobis.
Qui tollis peccata mundi, suscipe deprecationem nostram.
Qui sedes ad dexteram Patris, miserere nobis.
Quoniam tu solus sanctus,
Tu solus Dominus,
Tu solus Altissimus, Jesu Christe,
Cum Sancto Spiritu in gloria Dei Patris. Amen.
ORACIÓN COLECTA
Terminado el himno, el Obispo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Y todos, junto con el Obispo:, oran en silencio durante un breve espacio de tiempo. Después el Santo Padre, con las manos extendidas, dice la oración colecta:
Oh, Dios, que quisiste dar pastores a tu pueblo,
derrama sobre tu Iglesia el espíritu de piedad y fortaleza,
que convierta a estos siervos tuyos en dignos ministros de tu altar
y los haga testigos valientes y humildes de tu Evangelio.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu hijo, que vive y reina contigo en la
unidad del Espíritu Santo,y es Dios, por los siglos de los siglos.
℟. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
(Jeremías 1, 4-9)
Tu irás adonde yo te envíe
Lectura del libro del profeta Jeremías
La palabra del Señor llegó a mí en estos términos:
«Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones.»
Yo respondí: «¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven.»
El Señor me dijo: «No digas: "Soy demasiado joven", porque tú irás adonde yo te envíe y dirás todo lo que yo te ordene.
No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-.»
El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: «Yo pongo mis palabras en tu boca.»
Palabra de Dios.
℟. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
(Sal 125)
℟. Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré su fidelidad por todas las edades.
Sellé una alianza con mi elegido jurando a David mi servidor, le fundare un linaje que no terminará, tu trono mantendré eternamente. Encontre a David mi siervo y con oleo sagrado lo ungí, para que mi mano siempre permanezca con él y mi brazo lo haga valeroso. ℟.
Mi fidelidad y mi favor por siempre lo acompañarán y con mi nombre y mi gracia su poder crecerá, mantendré mi alianza eternamente.
Él me invocará tu eres mi padre mi Dios mi roca salvadora y lo haré primogenito con todo el honor excelso entre los reyes de la tierra. ℟.
SEGUNDA LECTURA
(2 Cor 4, 1-2. 5-7)
Predicamos a Cristo Jesús,
y nosotros no somos más
que los servidores de ustedes por amor de Jesús
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios:
Hermanos:
Investidos misericordiosamente del ministerio apostólico, no nos desanimamos y nunca hemos callado nada por vergüenza, ni hemos procedido con astucia o falsificando la Palabra de Dios. Por el contrario, manifestando abiertamente la verdad, nos recomendamos a nosotros mismos, delante de Dios, frente a toda conciencia humana.
Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, el Señor, y nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús. Porque el mismo Dios que dijo: «Brille la luz en medio de las tinieblas», es el que hizo brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo. Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios.
Palabra de Dios.
℟. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
Aleluya, aleluya, aleluya.
El Señor me ungió con óleo para anunciar el evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad.
Aleluya, aleluya, aleluya.
EVANGELIO
(Jn 10, 11-16)
El buen Pastor da su vida por las ovejas
℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
✠ Lectura del Santo Evangelio según San Juan:
℟. Gloria a ti, señor.
Jesús dijo:
Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y la dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí - como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre - y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.
℣. Palabra del Señor.
℟. Gloria a ti, Señor Jesús.
LITURGIA DE LA ORDENACIÓN
ELECCIÓN DE LOS CANDIDATOS AL DIACONADO
Los ordenandos son llamados por el diácono de la forma siguiente:
Acérquense los que van a ser ordenados diaconos.
E inmediatamente los nombra individualmente; cada uno de los llamados dice:
Presente.
Permaneciendo los ordenandos de pie ante el Obispo, un ministro dice:
Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes diaconos a estos hermanos nuestros.
El Obispo le pregunta:
¿Sabes si son dignos?
Y él responde:
Según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que han sido considerados dignos.
El Obispo:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a estos hermanos nuestros para el Orden de los diaconos.
Todos dicen:
Te damos gracias, Señor.
ELECCIÓN DE LOS CANDIDATOS AL PRESBITERADO
Los ordenandos son llamados por el diácono de la forma siguiente:
Acérquense los que van a ser ordenados presbíteros.
E inmediatamente los nombra individualmente; cada uno de los llamados dice:
Presente.
Permaneciendo los ordenandos de pie ante el Obispo, un ministro dice:
Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes presbíteros a estos hermanos nuestros.
El Obispo le pregunta:
¿Sabes si son dignos?
Y él responde:
Según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al pueblo cristiano, doy testimonio de que han sido considerados dignos.
El Obispo:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a estos hermanos nuestros para el Orden de los presbíteros.
Todos dicen:
Te damos gracias, Señor.
HOMILIA
Momento de silencio para la reflexión personal.
PROMESA DE LOS ELEGIDOS DIÁCONOS
Después de la homilía, solamente se levantan los elegidos diáconos y se ponen de pie ante el Obispo, quien les interroga conjuntamente con estas palabras:
Queridos hijos: Antes de entrar en el Orden de los diáconos deben manifestar ante el pueblo su voluntad de recibir este ministerio.
¿Quieren consagraros al servicio de la Iglesia por la imposición de mis manos y la gracia del Espíritu Santo?
Los elegidos responden todos a la vez:
Si, quiero.
El Obispo:
¿Quieren desempeñar, con humildad y amor, el ministerio de diáconos como colaboradores del Orden sacerdotal y en bien del pueblo cristiano?
℟. Si, quiero.
¿Quieren vivir el misterio de la fe con alma limpia, como dice el Apóstol, y de palabra y obra proclamar esta fe, según el Evangelio y la tradición de la Iglesia?
℟. Si, quiero.
¿Quieren conservar y acrecentar el espíritu de oración, tal como corresponde a vuestro género de vida y, fieles a este espíritu, celebrar la Liturgia de las Horas, según vuestra condición, junto con el pueblo de Dios y en beneficio suyo y de todo mundo?
℟. Si, quiero.
¿Quieren imitar siempre en vuestra vida el ejemplo de Cristo, cuyo Cuerpo y Sangre serviréis con vuestras manos?
℟. Si, quiero, con la gracia de Dios.
En seguida, cada uno de los elegidos se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone sus manos juntas entre las manos del Santo Padre.
El Obispo pregunta al elegido, diciendo:
¿Prometes obediencia y respeto a mí y a mis sucesores?
El elegido:
Sí, prometo
El Obispo concluye siempre:
Que Dios mismo lleve a término esta obra buena que en ti ha comenzado.
PROMESA DE LOS ELEGIDOS PRESBÍTEROS
Después de la promesa de los elegidos diáconos, se levantan los elegidos presbíteros y se ponen de pie ante el Obispo, quien los interroga conjuntamente con estas palabras:
Queridos hijos: Antes de entrar en el Orden de los presbíteros es necesario que manifiesten ante el pueblo su decisión de recibir este ministerio.
¿Quieren desempeñar siempre el ministerio sacerdotal en el grado de presbíteros, como fieles colaboradores del Orden episcopal, apacentando el rebaño del Señor bajo la guía del Espíritu Santo?
Los elegidos, todos a la vez, responden:
Sí, quiero.
¿Quieren desempeñar con dedicación y sabiduría el ministerio de la palabra en la predicación del Evangelio y la exposición de la fe católica?
℟. Si, quiero.
¿Quieren celebrar con piedad y fidelidad los misterios de Cristo, especialmente el sacrificio de la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación, para alabanza de Dios y santificación del pueblo cristiano, según la tradición de la Iglesia?
℟. Si, quiero.
¿Quieren implorar, junto con nosotros, la misericordia divina a favor del pueblo que les sea confiado, cumpliendo así el mandato de orar continuamente?
℟. Si, quiero.
El Obispo:
¿Quieren unirse cada día más estrechamente a Cristo, sumo Sacerdote, que por nosotros se entregó al Padre como víctima santa, y consagrarse a Dios junto con él para la salvación de los hombres?
℟. Si, quiero, con la gracia de Dios.
En seguida, cada uno de los elegidos se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone sus manos juntas entre las manos del Santo Padre.
El Obispo pregunta al elegido, diciendo:
¿Prometes obediencia y respeto a mí y a mis sucesores?
El elegido:
Sí, prometo
El Obispo concluye siempre:
Que Dios mismo lleve a término esta obra buena que en ti ha comenzado.
ORACIÓN LITÁNICA
A continuación, todos se levantan. El Obispo, dejando la mitra, de pie, con las manos juntas y de cara al pueblo, hace la invitación:
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso,
para que derrame bondadosamente
la gracia de su bendición sobre estos siervos suyos que ha
llamado al Orden de los diáconos y al Orden de los presbíteros.
Entonces, los elegidos se postran en tierra, y se cantan las letanías; todos responden. En los domingos y durante el Tiempo pascual, se hace estando todos de pie, y en los demás días, de rodillas, en cuyo caso el diácono dice:
Nos ponemos de rodillas.
Concluido el canto de las letanías, el Obispo, de pie, y con las manos extendidas, dice:
Señor Dios, escucha nuestras súplicas
y confirma con tu gracia
este ministerio que realizamos:
santifica con tu bendición a éstos
que juzgamos aptos para el servicio de los santos misterios.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.
El diácono, si el caso lo requiere, dice:
Nos ponemos de pie.
Y todos se ponen de pie.
IMPOSICIÓN DE LAS MANOS Y PLEGARIA DE ORDENACIÓN DIACONAL
Cada uno de los elegidos para el Orden del diaconado se acerca al Obispo, que está de pie delante de la sede y con mitra, y se arrodilla ante él.
El Obispo impone en silencio las manos sobre la cabeza de cada uno de los elegidos.
Estando todos los elegidos arrodillados ante él, el Obispo, sin mitra, con las manos extendidas, dice la Plegaria de Ordenación:
Asístenos, Dios todopoderoso,
de quien procede toda gracia,
que estableces los ministerios
regulando sus órdenes;
inmutable en ti mismo, todo lo renuevas;
por Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro
-palabra, sabiduría y fuerza tuya-,
con providencia eterna todo lo proyectas
y concedes en cada momento cuanto conviene.
A tu Iglesia, cuerpo de Cristo,
enriquecida con dones celestes variados,
articulada con miembros distintos
y unificada en admirable estructura
por la acción del Espíritu Santo,
la haces crecer y dilatarse
como templo nuevo y grandioso.
Como un día elegiste a los levitas
para servir en el primitivo tabernáculo,
así ahora has establecido tres órdenes de ministros
encargados de tu servicio.
Así también, en los comienzos de la Iglesia,
los apóstoles de tu Hijo,
movidos por el Espíritu Santo,
eligieron, como auxiliares suyos en el ministerio cotidiano,
a siete varones acreditados ante el pueblo,
a quienes, orando e imponiéndoles las manos,
les confiaron el cuidado de los pobres,
a fin de poder ellos entregarse con mayor empeño
a la oración y a la predicación de la palabra.
Te suplicamos, Señor, que atiendas propicio
a éstos tus siervos,
a quienes consagramos humildemente
para el orden del diaconado
y el servicio de tu altar.
ENVÍA SOBRE ELLOS, SEÑOR, EL ESPÍRITU SANTO,
PARA QUE FORTALECIDOS
CON TU GRACIA DE LOS SIETE DONES,
DESEMPEÑEN CON FIDELIDAD EL MINISTERIO.
Que resplandezca en ellos
un estilo de vida evangélica, un amor sincero,
solicitud por pobres y enfermos,
una autoridad discreta,
una pureza sin tacha
y una observancia de sus obligaciones espirituales.
Que tus mandamientos, Señor,
se vean reflejados en sus costumbres,
y que el ejemplo de su vida
suscite la imitación del pueblo santo;
que, manifestando el testimonio de su buena conciencia,
perseveren firmes y constantes con Cristo,
de forma que, imitando en la tierra a tu Hijo
que no vino a ser servido sino a servir,
merezcan reinar con él en el cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
℟. Amén.
ENTREGA DEL LIBRO DE LOS EVANGELIOS
Concluida la Plegaria de Ordenación. se sientan todos. El Obispo recibe la mitra. Los ordenados se levantan, y unos diáconos u otros ministros ponen a cada uno la estola al estilo diaconal y le visten la dalmática.
Los ordenados, ya con sus vestiduras diaconales, se acercan al Obispo, quien entrega a cada uno, ante él arrodillado, el libro de los Evangelios, diciendo:
Recibe el Evangelio de Cristo,
del cual has sido constituido mensajero;
convierte en fe viva lo que lees,
y lo que has hecho fe viva enséñalo,
y cumple aquello que has enseñado.
Y se retiran, después, los diáconos ordenados a sus puestos.
IMPOSICIÓN DE LAS MANOS Y PLEGARIA DE ORDENACIÓN PRESBÍTERAL
Entonces se acercan los elegidos para el Orden del presbiterado. Todos se levantan. El Obispo, dejando la mitra, de pie, con las manos juntas y de cara al pueblo, dice:
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso,
para que derrame generosamente sus dones
sobre estos elegidos
para el ministerio de los presbíteros.
Y todos, durante un espacio de tiempo oran en silencio.
El Obispo impone en silencio las manos sobre la cabeza de cada uno de los elegidos. Después de la imposición de las manos del Obispo, todos los presbíteros presentes, revestidos de estola, imponen igualmente en silencio las manos sobre cada uno de los elegidos.
Estando todos los elegidos arrodillados ante él, el Obispo, sin mitra, con las manos extendidas, dice la Plegaria de Ordenación:
Asístenos, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, autor de la dignidad humana y dispensador de todo don y gracia; por ti progresan tus criaturas y por ti se consolidan todas las cosas. Para formar el pueblo sacerdotal, tú dispones con la fuerza del Espíritu Santo en órdenes diversos a los ministros de tu Hijo Jesucristo.
Ya en la primera Alianza aumentaron los oficios, instituidos con signos sagrados. Cuando pusiste a Moisés y Aarón al frente de tu pueblo, para gobernarlo y santificarlo, les elegiste colaboradores, subordinados en orden y dignidad, que les acompañaran y secundaran.
Así, en el desierto, diste parte del espíritu de Moisés, comunicándolo a los setenta varones prudentes, con los cuales gobernó más fácilmente a tu pueblo.
Así también hiciste partícipes a los hijos de Aarón de la abundante plenitud otorgada a su padre para que un número suficiente de sacerdotes ofreciera, según la ley, los sacrificios, sombra de los bienes futuros.
Finalmente, cuando llegó la plenitud de los tiempos, enviaste al mundo, Padre santo, a tu Hijo, Jesús, Apóstol y Pontífice de la fe que profesamos. Él, movido por el Espíritu Santo, se ofreció a ti como sacrificio sin mancha, y habiendo consagrado a los apóstoles con la verdad, los hizo partícipes de su misión; a ellos, a su vez, les diste colaboradores para anunciar y realizar por el mundo entero la obra de la salvación.
También ahora, Señor, te pedimos nos concedas, como ayuda a nuestra limitación, estos colaboradores que necesitamos para ejercer el sacerdocio apostólico.
TE PEDIMOS, PADRE TODOPODEROSO, QUE CONFIERAS A ESTOS SIERVOS TUYOS LA DIGNIDAD DEL PRESBITERADO; RENUEVA EN SUS CORAZONES EL ESPÍRITU DE SANTIDAD; RECIBAN DE TI EL SEGUNDO GRADO DEL MINISTERIO SACERDOTAL Y SEAN, CON SU CONDUCTA, EJEMPLO DE VIDA.
Sean honrados colaboradores del Orden de los Obispos, para que por su predicación, y con la gracia del Espíritu Santo, la palabra del Evangelio dé fruto en el corazón de los hombres, y llegue hasta los confines del orbe.
Sean con nosotros fieles dispensadores de tus misterios, para que tu pueblo se renueve con el baño del nuevo nacimiento, y se alimente de tu altar; para que los pecados sean reconciliados y sean confortados los enfermos.
Que en comunión con nosotros, Señor, imploren tu misericordia por el pueblo que se les confía y en favor del mundo entero.
Así todas las naciones, congregadas en Cristo, formarán un único pueblo tuyo que alcanzará su plenitud en tu Reino.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟. Amén.
UNCIÓN DE LAS MANOS Y ENTREGA DEL PAN Y EL VINO
Concluida la Plegaria de Ordenación, se sientan todos. El Obispo recibe la mitra. Los ordenados se levantan. Los presbíteros presentes vuelven a su puesto; pero algunos de ellos colocan a cada ordenado la estola al estilo presbiteral y le visten la casulla.
Luego, el Obispo toma el gremial y, oportunamente informado el pueblo, unge con el sagrado crisma las palmas de las manos de cada ordenado, arrodillado ante él, diciendo:
Jesucristo, el Señor, a quien el Padre ungió con la fuerza del Espíritu Santo, te auxilie para santificar al pueblo cristiano y para ofrecer a Dios el sacrificio.
A continuación, los fieles llevan el pan sobre la patena y el cáliz ya con el vino y el agua, para la celebración de la Misa. El diácono lo recibe y se lo entrega al Obispo, quien a su vez lo pone en las manos de cada uno de los ordenados, arrodilla dos ante él, diciendo:
Recibe la ofrenda del pueblo santo para presentarla a Dios. Advierte bien lo que vas a realizar, imita lo que tendrás en tus manos y configura toda tu vida con el misterio de la cruz del Señor.
Finalmente, el Obispo besa a cada ordenado, primero a los presbíteros y después a los diáconos, diciendo:
La paz sea contigo.
El ordenado responde:
Y con tu espíritu.
Prosigue la Misa como de costumbre. Si lo indican las rúbricas, se dice el Símbolo de la fe. Se omite la oración universal.
LITURGIA EUCARÍSTICA
CANTO DE OFERTORIO
(Bendito seas, Señor - F. Palazón)
BENDITO SEAS, SEÑOR,
POR ESTE PAN Y ESTE VINO
QUE GENEROSO NOS DISTE
PARA CAMINAR CONTIGO,
Y SERÁN PARA NOSOTROS
ALIMENTO EN EL CAMINO.
Te ofrecemos el trabajo,
las penas y la alegría,
el pan que nos alimenta
y el afán de cada día. ℟.
Te ofrecemos nuestro barro
que oscurece nuestras vidas
y el vino que no empleamos
para curar las heridas. ℟.
Inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. Después el diácono, u otro ministro, inciensa al Obispo, a los con-celebrantes y al pueblo.
El Obispo:
En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso.
℟. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Luego el Obispo, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas:
Dios, Padre santo,
cuyo Hijo quiso lavar los pies de los discípulos
para darnos ejemplo,
recibe los dones de nuestro servicio
y haz que, al ofrecernos como oblación espiritual,
nos llenemos de espíritu de humildad y de amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.
PREFACIO
I de las Ordenaciones
℣. El señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espiritu.
℣. Levantemos el corazón.
℟. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
℣. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
℟. Es justo y necesario.
El Obispo prosigue el prefacio, con las manos extendidas:
En verdad es justo y necesario, e nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que constituiste a tu único Hijo
Pontífice de la Alianza nueva y eterna
por la unión del Espíritu Santo,
y determinaste, en tu designio salvífico,
perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio.
Él no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real
a todo el pueblo santos,
sino también, con amor de hermano,
ha elegido a hombres de este pueblo,
para que, por la imposición de las manos,
participen de su sagrada misión.
Ellos renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención,
y preparan a tus hijos el banquete pascual,
donde el pueblo santo se reúne en tu amor,
se alimenta con tu palabra y se fortalece con tas sacramentos,
Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti
y por la salvación de los hermanos,
van configurándose a Cristo,
y así dan testimonio constante de fidelidad y amor.
Por eso, nosotros, Señor,
con los ángeles y los santos cantamos tu gloria diciendo:
SANCTUS
(Missa de Angelis)
Sanctus, Sanctus, Sanctus
Dominus, Deus Sabaoth
Pleni sunt cæli et terra gloria tua
Hosanna, in excelsis
Benedictus qui venit in nomine Domini
Hosana, in excelsis
PLEGARIA EUCARÍSTICA III
El Obispo, con las manos extendidas, dice:
SANTO eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus crea turas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:
Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que se conviertan en el Cuerpo ✠ la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, Junta las manos. que nos mandó celebrar estos misterios.
Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado,
Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.
Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos.
Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.
Luego dice:
Éste es el Misterio de la fe. Cristo nos redimió.
℟. Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
Después el Obispo, con las manos extendidas, dice:
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
C1: Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
C2: Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa Benedicto, al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo.
† A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria,
Junta las manos.
por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:
Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
℟. Amén.
RITO DE COMUNIÓN
Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, elObispo, con las manos juntas, dice:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios, digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Solo el Obispo, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
℟. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Solo el Obispo, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz os dejo, mi paz os doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟. Amén.
El Obispo, vuelto hacia el pueblo, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
Luego, el diácono añade:
Dense fraternalmente la paz.
AGNUS DEI
(Missa de Angelis)
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: miserere nobis.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi: dona nobis pacem.
El Santo Padre hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.
CANTO DE COMUNIÓN
(Misión - Juan José Briceño, Hermana Margarita de la Encarnación.
V. Wilson A. Castañeda)
Qué hermosos en los montes /y en las colinas/:
los pies del mensajero /que va de prisa/.
Lleva dentro la tienda para su abrigo,
el secreto del Reino y la faz de Cristo.
los pies del mensajero /que va de prisa/.
Lleva dentro la tienda para su abrigo,
el secreto del Reino y la faz de Cristo.
Donde quieras que vayas /estoy contigo/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
Yo no tengo palabras, /yo soy un niño/.
Tu verdad me hace libre /pero no atino/
a decir tus secretos ni tus caminos,
ni a revelar tu rostro mientras te sigo.
Tu verdad me hace libre /pero no atino/
a decir tus secretos ni tus caminos,
ni a revelar tu rostro mientras te sigo.
Donde quieras que vayas /estoy contigo/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
Tú pusiste en mis manos /grano y vacío/,
herramienta y fatiga, /pan y vasija/.
Tú pusiste la lluvia y el sol fecundo
y la cuenta infinita de tus gavillas.
herramienta y fatiga, /pan y vasija/.
Tú pusiste la lluvia y el sol fecundo
y la cuenta infinita de tus gavillas.
Donde quieras que vayas /estoy contigo/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
Siempre estoy comenzando /nueva tarea/,
porque Tú me acompañas y /Tú me guías/,
porque Tú me lo mandas para que sea
un grano de palabra de vida eterna.
porque Tú me acompañas y /Tú me guías/,
porque Tú me lo mandas para que sea
un grano de palabra de vida eterna.
Donde quieras que vayas /estoy contigo/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
Levántate, no temas, /que yo te envío/.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Luego, de pie en la sede, el Obispo, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Y todos, junto con el Obispo, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se hubiera hecho antes. Después el Obispo, con las manos extendidas, dice la oración después de la Comunión:
Concede, Señor, a tus siervos,
nutridos con el alimento y la bebida del cielo,
que, para gloria tuya u salvación de los creyentes,
sean siempre fieles ministros del Evangelio,
de los sacramentos y de la caridad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN
BENDICIÓN
Después tiene lugar la despedida. El Obispo, vuelto hacia el pueblo, extendiendo las manos, dice:
El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tú espirítu .
El diácono dice:
Inclínense para recibir la bendición.
℣. Dios que dirige y gobierna la Iglesia
los proteja siempre con su gracia
para que cumplan fielmente su ministerio.
℟. Amén.
℣. Él, que confió a los diáconos
el ministerio de predicar el Evangelio,
el de servir al altar y a los hombres,
los haga en el mundo sus testigos valientes
y ministros de la caridad.
℟. Amén.
℣.Y a ustedes, presbíteros, los haga verdaderos pastores
que distribuyan el pan vivo y la palabra de la vida,
para que los fieles crezcan en la unidad del cuerpo de Cristo.
℟. Amén.
℣. Y a todos ustedes, que están aquí reunidos, los bendiga Dios todopoderoso, Padre, + Hijo, + y Espíritu + Santo,
℟. Amén.
Luego el diácono vuelto hacia el pueblo, dice:
Glorifiquen al Señor con sus vidas, pueden ir en paz.
℟. Demos gracias a Dios.
Después el Obispo venera el altar con un beso, como al comienzo. Seguidamente, hecha una inclinación profunda con los ministros, se retira.