LIBRETO
Laeti triumphantes
Venite, venite in Bethlehem
Natum videte
Regem angelorum
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum
En grége relicto
Húmiles ad cúnas
Vocati pastores appróperant
Et nos ovánti
Grádu festinémus
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum
Aetérni Paréntis
Splendórem aetérnum
Velátum sub cárne vidébimus
Déum infántem
Pánnis involútum
Venite adoremus, venite adoremus
Venite adoremus Dominum
LITURGIA DE LA PALABRA
El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que habitaban en tierra de sombras, una luz resplandeció. Multiplicaste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia como se gozan en la siega, como se alegran al repartirse el botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la vara sobre su hombro y el bastón de su opresor, los quebrantaste como el día de Madián. Porque toda bota que pisa con estrépito y todo manto revolcado en sangre serán quemados, serán pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva sobre sus hombros el principado, y su nombre es: “Maravilla de Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de la Paz”. Grande es su poder, y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y sostenerlo con derecho y justicia desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará esto.
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid
su nombre. R/.
Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. R/.
Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque. R/.
Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. R/.
Se ha manifestado la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, el cual se entregó por nosotros para rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, dedicado enteramente a las buenas obras.
Sucedió en aquellos días que salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se empadronase todo el Imperio. Este primer empadronamiento se hizo siendo Cirino gobernador de Siria.
Y todos iban a empadronarse, cada cual a su ciudad. También José, por ser de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para empadronarse con su esposa María, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada. En aquella misma región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.
De repente un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: “No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”.
nisi videret Christum Domini.
Et cum inducerent puerum in templum,
accepit eum in ulnas suas
et benedixit Deum, dicens:
Nunc dimittis servum tuum, Domine,
secundum verbum tuum in pace:Quia viderunt oculi mei salutare tuum,
Quod parasti ante faciem omnium populorum,
Lumen ad revelationem gentium,
et gloriam plebis tuae Israel.